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¿Te has sorprendido alguna vez diciendo: «Estoy persiguiendo mis sueños»? Es una frase popular, llena de buenas intenciones. 

Pero, detente un momento y reflexiona: ¿Qué imagen te viene a la mente? ¿Acaso no es la de una carrera constante, donde lo que deseas está siempre un paso por delante, como si estuviera escapando de ti?

Para muchos, la palabra «sueño» evoca una imagen nebulosa, algo que pasa mientras dormimos y que, al despertar, se desvanece como el vapor. Recordamos fragmentos, nos emocionamos por un instante, y luego… se olvida. Y con ello, esa gran aspiración se queda en el limbo de lo «que nunca pasó».

Si te identificas con esta sensación de anhelo constante, es momento de hacer un cambio de paradigma y, lo más importante, un cambio de lenguaje.

La sutil pero poderosa diferencia: De soñar a fijar metas

La transformación comienza en cómo nombramos nuestra ambición. El primer paso es dejar de «perseguir sueños» y comenzar a «planear metas».

Cuando «persigues», operas desde la carencia, desde la necesidad de alcanzar algo que está fuera de ti y de tu alcance. Cuando planificas, tomas las riendas, te sientas al mando y activas tu capacidad innata para construir.

Planificar es construir, paso a paso, la ruta exacta hacia donde quieres llegar, dándole una estructura, un tiempo y un espacio real. Se trata de tomar ese deseo abstracto (el sueño) y convertirlo en una Meta (Objetivo) Concreto, Medible, Alcanzable, Relevante y con plazo de tiempo (SMART).

Esta es la primera gran lección que aprendemos en la Programación Neurolingüística (PNL): nuestro lenguaje interno y externo no es solo descriptivo; es creativo. Si te dices que persigues, tu mente subconsciente está programada para la carrera eterna. Si te dices que planeas y logras, tu cerebro activa los centros de acción y ejecución.

El ingrediente secreto: Pasión e Intención (Lo que te hace vibrar)

Ahora, tanto el sueño como la meta necesitan un motor que impida que se olviden. Ese motor es la pasión profunda y la intención clara.

Imagina un plan de acción escrito, impecable, pero sin conexión emocional. Es como un coche de carreras sin combustible: no se mueve. Si no hay un compromiso visceral que te haga vibrar, que te mueva incluso en los días difíciles, ese plan—aunque esté perfectamente redactado—acabará archivado.

Aquí es donde entra el coaching de vida.

La clave es ir dentro de ti y descubrir qué es eso que realmente te hace vibrar. ¿Qué propósito no dejarías a un lado a pesar de las circunstancias?

Para muchos, es el deseo de apoyar a otros a ver el mundo lleno de posibilidades. Es esa claridad de propósito la que te permite ver con nitidez tu camino, incluso cuando la «montaña rusa de emociones» amenaza con descarrilarte.

hormiga levantando una roca a cuestas

No dejes que el mito de sísifo te autocastigue

Es inevitable: habrán reveses. Volveremos a empezar.

Piensa en el mito de Sísifo, condenado a empujar una roca cuesta arriba solo para verla caer una y otra vez. ¿Cuántas veces nos autocastigamos, subimos esa roca emocional con gran esfuerzo y luego nos damos por vencidos justo antes de la cima?

La diferencia entre Sísifo y un creador de metas es la perspectiva y el plan. Un plan claro y bien estructurado te permite:

  1. Reconocer el progreso: Aunque la roca caiga, sabes que tu esfuerzo no fue en vano y que has aprendido a empujar mejor, con la fuerza adecuada, y por el camino menos inclinado.
  2. Activar la resiliencia: No te ves como un castigado, sino como un aprendiz. El coaching nos enseña a utilizar las circunstancias difíciles no para perder, sino para ajustar la estrategia y seguir adelante.

La planificación atómica: El mapa detallado de tu logro

La única manera de vencer a Sísifo es tener una ruta marcada, un mapa detallado. Y para que ese mapa no abrume, debemos recurrir a los pequeños pasos diarios.

Tu gran meta se convierte en una serie de acciones tan pequeñas que son imposibles de ignorar:

  1. Crea un plan detallado: Transforma tu sueño en metas SMART con fechas específicas.
  2. Agenda la acción diaria: Incluye en tu agenda diaria pequeñas tareas que sumen a la meta mayor.
  3. Prioriza lo pequeño y constante: Empieza con hábitos pequeños que construyan la confianza necesaria para ir por lo más grande.

Dejar de perseguir y empezar a planear te devuelve el control. Te convierte de un soñador pasivo en un arquitecto de tu realidad.

Si te apasiona este nivel de transformación, planificación estratégica y dominio del lenguaje (PNL) para impulsar tu propia vida y la de otros, el siguiente paso lógico es formalizar tu habilidad.

¿Estás listo para dejar de perseguir y comenzar a crear el futuro que visualizas y te mereces?

Nuestra Certificación de coach de vida y practicante de PNL con aval internacional está diseñada precisamente para dotarte de las herramientas y metodologías que te permiten guiar estos procesos, tanto en ti como en tus futuros clientes, con la estructura, la intención y el impacto que solo el coaching profesional puede ofrecer.

Es hora de pasar de la imaginación a la realidad tangible. ¡La ruta está marcada!

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